Thursday, December 14, 2006

Petite Mort

Fue un día en que todo podría haber cambiado, pero no lo hizo. Como cualquier otro.

Se levanta y al rodar por la cama recuerda que está sola. Prende un cigarillo. Mientras el café se está haciendo baja al sotano. Mira el vestido colgado de una percha. Perteneció a su abuela, con él se casó cuando todavía era una adolescente en Rusia. Fue lo único que se trajo. Observa a su alrededor. Aquel sótano esta repleto de objetos de inmigrantes. Piensa que ese sótano, en aquella casa sobre la calle Libertad, aquel infierno lleno de extranjeros, es algo asi como un “sample” del país.

Toma el café parada, mirando un punto fijo en el piso, esperando ansiosa y desesperadamente que se mueva, que el punto se convierta en cucaracha para tener algo que mirar, algo que hacer, algo para lo cual vivir y no sentirse tan vacía.

Ya es la tarde. Sale a caminar por San Telmo y se tropieza nuevamente con aquella ventana con la persiana rota, por donde se filtra el tango “malevaje,” y piensa que la Argentina es eso. No el tango, sino aquella rota persiana musical.

¿Y si la realidad se rompiera? La linea es tan fina. Cuando le tomó aquella fotografía al hombre que dormía sobre un viejo colchón, en un arbol ahuecado, el hombre podría haberse levantado y podría haberla acuchillado. La niña pidiendo monedas en el tren, que se detuvo a darle un inocente beso en la mejilla podría haberla robado. Cuando su profesora de historia del arte se largó a llorar por su viudez reciente y todos se acercaron a consolarla, podrían haberse ido, y ella podría haberse quedado viendo como la sangre la abandonaba por ese ínfimo corte efectuado por esa pequeñísima hoja de afeitar, viendo como se formaba un charco en el piso.

Pero no fue así

En el subte de vuelta piensa en cuantas petite morts ha tenido a lo largo de su vida.

Le hubiera gustado vivir historias como las de Anais Nin; tener su vida y su coraje; o la honestidad de su amigo Henry Miller.

Se prueba la piel de los personajes de Sade y se pregunta en cual se siente más a gusto(¿Juliette o Justine?, ¿Juliette o Justine?).

Le gustaria haber tenido noches blancas como las de Dostoievski.

Reflexiona acerca de Borges y sus laberintos, y recuerda las innumerables veces que se ha sentido igual de ciega.

Piensa en la frase del pintor de Wilde en su “Retrato de Dorian Grey,” “ He puesto demasiado de mi mismo en él, ” y se refugia en sus palabras. Se acomoda en sus excusas y piensa, mientras se queda dormida, que mañana si, que mañana vivirá.

Fue un día en que todo pudo cambiar, pero nada lo hizo. Como cualquier otro.


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